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INTRODUCCIÓN

La meta social de Salud para todos, adoptada por los gobiernos del mundo representa un conjunto de valores fundamentales para contribuir al desarrollo. Las apreciaciones a las que me voy a referir les ruego las tomen en relación al convencimiento de que la salud puede contribuir al desarrollo, es parte de él y se identifica con el bienestar.

La nueva década de los noventa se inaugura con un panorama reordenador, que abarca todos los ámbitos del desarrollo humano. Así, en lo político, se viene suscitando todo un proceso democratizante, que rompe con viejas estructuras de poder y da cabida a esquemas participativos; en lo económico, se registran drásticos cambios, que redefinen los papeles del Estado y el mercado y establecen las bases de una integración mundial; y en lo social, aunque se continúa con graves diferentes entre individuos, países y regiones, se observan progresos significativos en varios indicadores, sustentados en un amplio consenso internacional orientado a la justicia y equidad.

 

Inmersa en este gran marco, la salud como medio y fin del desarrollo, tiene que delinear su espacio a partir de profundas transformaciones en sus sistemas y programas, que tienden a acompañar la gradual y diferenciada transición epidemiológica que está sucediendo en las diferentes realidades nacionales y que en muchos obedece a las diversas formas de participación, producción y consumo, así como a los rezagos que las diferentes economías presentan.

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